Ciudad el Vaticano (AICA): El obispo de San Justo, monseñor Eduardo García, pronunció en Roma un discurso dedicado al tema “Los jóvenes y el discernimiento vocacional”, puntualmente a la vida sacerdotal y consagrada. Fue durante las intervenciones libres de la jornada del 9 de octubre, en el Sínodo de Obispos.
Presente en el Sínodo de Obispos convocado por el papa Francisco, el obispo de San Justo, monseñor Eduardo García, participó del espacio de intervenciones libres del 9 de octubre, pronunciando un discurso sobre “los jóvenes y el discernimiento vocacional”, con énfasis en el llamado a la vida sacerdotal y consagrada.
Al respecto, expresó: “Noto que en muchas ocasiones hay una discontinuidad nociva y alienante en el proceso, dado que cinco minutos después que atraviesan la puerta de la casa formativa o seminario nos olvidamos que siguen siendo jóvenes”, advirtió. “En muchos casos entran en caminos formativos que infantilizan, despersonalizan, y anulan los carismas propios desde los cuales el Señor los llamó a servir a su pueblo”, añadió .
“El joven que ha sido líder en la iglesia, que ha tenido responsabilidades laborales y familiares fuertes debe hacer ‘tabula rasa’ con su vida, con su historia, con sus raíces y pasa muchos años luchando contra un enemigo que no existe y que pareciera que es él mismo”, señaló el prelado. “Y en esa lucha estéril se termina por anular la riqueza propia para entrar en una dinámica en la que prevalecen las formas uniformes que ahogan lo propio y el especifico de cada vocación”, consideró.
“El liderazgo se considera un atentado a la comunión y a la humildad. La amistad; tan valorada por Jesús y presentada por Santo Tomás de Aquino como la forma más perfecta del amor, cuando se da, es puesta bajo sospecha con la famosa frase peyorativa de ‘amistades particulares’. Todas las amistades son particulares... se propone, no pocas veces, un amor tan ascético y espiritual que buscando amar a todos termina no amando a nadie y secando el corazón”, alertó.
“Ciertos procesos apuntan más a la domesticación que a la cristificación. Dios, lejos de uniformarnos, con la buena nueva del Espíritu busca purificar y potenciar los dones naturales como riqueza que quiere derramar sobre el pueblo de Dios. Esta puede ser una perspectiva que anime a muchos jóvenes a entregar la propia vida”, afirmó.+