El Papa Francisco ha centrado la reflexión del Ángelus, del 13 de agosto de 2023, en el Evangelio del domingo, Jesús caminando sobre las aguas.

El Santo Padre ha iniciado su comentario lanzando una pregunta: “¿Por qué Jesús realizó este gesto? ¿Quizá por una necesidad urgente e imprevisible, para socorrer a los suyos que se encontraban bloqueados por el viento en contra? Sin embargo, fue Jesús mismo quien programó todo, les hizo salir por la noche, incluso – dice el texto – “obligándoles” (cfr v. 22). ¿Quizá para hacerles una demostración de grandeza y de poder? Pero esto no es propio de Él. Entonces, ¿por qué lo hizo?”.

El mar como símbolo del mal

Francisco ha continuado indicando que, detrás de este gesto de Cristo, hay un mensaje. Ha explicado que “en aquella época las grandes extensiones de agua eran consideradas sedes de fuerzas malignas no dominables por el hombre; especialmente si eran agitadas por la tempestad, los abismos eran símbolo del caos y hacían referencia a las oscuridades de los infiernos.

Entonces, los discípulos se encontraban en el medio del lago en la oscuridad: en ellos está el miedo de ahogarse, de ser absorbidos por el mal. Y aquí llega Jesús, que camina sobre las aguas, es decir por encima de esas fuerzas del mal, y dice a los suyos: ‘¡Ánimo!, que soy yo; no temáis’ (v. 27). Este es el sentido del signo: los poderes malignos, que nos asustan y no logramos dominar, con Jesús se redimensionan. Él, caminando sobre las aguas, quiere decirnos: ‘No temas, yo pongo bajo los pies a tus enemigos’: ¡no las personas!, no son esos los enemigos, sino la muerte, el pecado, el diablo: estos enemigos Él los pisa por nosotros”.

“¡Señor, sálvame!”

El Papa también ha resaltado que esta escena, lejos de ser un acontecimiento de hace 2000 años, tiene un mensaje muy actual: “Cristo hoy repite a cada uno de nosotros: ‘¡Ánimo, soy yo, no temas!’. Ánimo, es decir, porque estoy yo, porque ya no estás solo en las aguas agitadas de la vida. Y entonces, ¿qué hacer cuando nos encontramos en mar abierto y a merced de vientos contrarios? ¿Qué hacer en el miedo, cuando se ve solo oscuridad y nos sentimos perdidos?

Dos cosas, que en el Evangelio hacen los discípulos: ellos invocan y acogen a Jesús. Invocan: Pedro camina un poco sobre las aguas hacia Jesús, pero después se asusta, se hunde y entonces grita: ‘¡Señor, sálvame!’ (v. 30). Es bonita esta oración, con la cual se expresa la certeza de que el Señor puede salvarnos, que Él vence nuestro mal y nuestros miedos. Repitámosla también nosotros, sobre todo en los momentos de ‘tempestad’: ¡Señor, sálvame!”.

El Papa invita a acoger a Jesús

A continuación, el Santo Padre ha resaltado la importancia de acoger a Jesús en nuestra barca, en cada sufrimiento: “Y después los discípulos acogen a Jesús en la barca. El texto dice que, apenas subió a bordo, ‘amainó el viento’ (v. 32). El Señor sabe que la barca de la vida, así como la barca de la Iglesia, está amenazada por vientos contrarios y que el mar sobre el que navegamos a menudo está agitado.

Él no nos salva de la fatiga de la navegación, es más – el Evangelio lo subraya – impulsa a los suyos a partir: es decir, nos invita a afrontar las dificultades, para que también estas se conviertan en lugares de salvación, ocasiones para encontrarle a Él. Él, de hecho, en nuestros momentos de oscuridad viene a nuestro encuentro, pidiendo ser acogido, como esa noche en el lago”.

Para concluir, el Papa ha invitado a los asistentes a preguntarse cómo aplica cada uno estas cuestiones en su vida y ha finalizado pidiendo la ayuda de Maria, estrella del mar: “Por tanto, preguntémonos: en los miedos ¿cómo me comporto? ¿Voy adelante solo con mis fuerzas o invoco al Señor? ¿Y cómo va mi fe? ¿Creo que Cristo es más fuerte que las olas y que los vientos adversos? Pero, sobre todo: ¿navego con Él? ¿Lo acojo, le hago sitio en la barca de la vida, le confío el timón? María, estrella del mar, nos ayude a buscar, en las travesías oscuras, la luz de Jesús”.