En la página web del Fondo de Ayuda para la Formación de Sacerdotes (https://fonsac.org.ar/desde-el-cielo) pueden encontrar el listado de las personas que contribuyeron con FONSAC y ahora se encuentran con nuestro Señor Jesucristo.
Este espacio está especialmente dedicado a los benefactores de FONSAC que hicieron posible que muchos sacerdotes y seminaristas sean formados todos los años para dar respuesta a los desafíos de la sociedad en todos los tiempos. Por todos ellos ofrecemos a diario una Santa Misa por su eterno descanso. Quizás la muestra de agradecimiento más personal es la de todos los sacerdotes que recibieron las ayudas de nuestros benefactores a través de FONSAC, quienes diariamente, en su lugar de residencia los tendrán presentes en la Santa Misa durante toda su vida.
Miguel Gutiérrez, Ricardo Dodds, José María Ballester Molina, Rodolfo Caputo, Carlos Reinhold, Ernesto Olmedo, Federico Mela, Horacio Klappenbach, Cesar Bergadá, Fermín González, Ricardo Mihura, Mauricio Wyler, Arturo Vierheller, Rodolfo Lanusse, Nelson Zapatería, Osvaldo Bernasconi, Ricardo Areco, Alejandro Kinbaum, Ricardo Mihura, Hugo Petit, Federico Moreno Kiernan, Alberto Areco, Julio Varela, Mario Moroni, Arturo Sporleder, Jaime Molinari, Alejandro Uteda, Rino Gambacini, Rogelio Gamarra, P. José María Fontán, M. Javier Echevarría, P. Juan Claudio Sanahuja, Arnaldo R. Contreras, Alberto Cabanes, Alejandro Sundblad, Raúl Rivera Olazábal, Carlos Rosasco, Héctor A. Hermida, Fernando Palma, Osvaldo E. Jofré, Hernán Seeber, Hernán Seeber (h), Jorge Barbadillo, Alfredo Teófilo Fragueiro, Miguel Ayvazov, Jorge Barceló, Alberto Goñi, Aníbal Ewert, Carlos Trongé, Osvaldo Bernasconi, Luis Morea, Rodolfo Fazio, Ricardo Alvarez, José María Oribe, Enrique Delger, Juan Carlos Berisso, María Sofía Herrero de Laconich, Martín Garcia De Onrubia, María Corina Pando, Carolina Francisca Bridger, Sofía Castellano Guido de Bassi, Emilio Cornejo Costas, Hernán Federik, Héctor Legarre, Rómulo Bustillo, Alfredo Labougle, Gonzalo Pérez Constanzo, Guillermo Mazzotta, Julio Costa Paz, Florentino Antonio Vazquez Gori, Mercedes Figueroa de Durrieu,Horacio Mackinlay, Padre Ernesto García y Padre Carlos M. Mendonça Paz.
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Ayudemos hoy a quienes más lo necesitan
En esta época de aflicción por el virus COVID 19, acercamos a nuestros lectores un artículo que nos ayudará a rezar por los enfermos. Agradecemos al Centro Académico Romano Fundación por su colaboración para su publicación por FONSAC.
Dice el diccionario del castellano que la compasión es el “sentimiento de conmiseración y lástima que se tiene hacia quienes sufren penalidades o desgracias”. La verdadera compasión hacia el que está necesitado se espera de toda persona, porque compadecerse es propio de la “humanidad”.
Ser capaces de compadecer nos hace solidarios con los demás, acrecienta la mente y el corazón, nos hace más grandes. Los verdaderos “grandes” de todos los tiempos han sido los misericordiosos, los capaces de experimentar una auténtica compasión.
La verdadera compasión mueve no solo al sentimiento sino a la acción; y puede llevar a la entrega de la propia vida, con detalles concretos y a diario por el otro. Esto es así porque, ante todo, la compasión es una característica esencial de Dios y su obrar.
«Solo un Dios que nos ama hasta tomar sobre sí, nuestras heridas y nuestro dolor, es digno de fe» Benedicto XVI.
El Papa emérito observa que “la grandeza de la humanidad está determinada esencialmente por su relación con el sufrimiento y con el que sufre. Esto es válido tanto para el individuo como para la sociedad. Una sociedad que no logra aceptar a los que sufren y no es capaz de contribuir mediante la compasión a que el sufrimiento sea compartido y sobrellevado también interiormente, es una sociedad cruel e inhumana” (Spe salvi, 38).
«La mayor miseria consiste en no saber amar. Los ciegos y sordos ante las necesidades de los demás, de los enfermos y de los pobres, los que miran para otro lado y solo se preocupan de si mismos» Santa Teresa de Calcuta.
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