Según Guardini, el presupuesto para el crecimiento de la vida moral, es decir, de la madurez en los valores, es la aceptación de uno mismo. Aceptarse a sí mismo, a las personas que nos rodean, al tiempo en que vivimos (cf. para lo que sigue R. Guardini, Una ética para nuestro tiempo, Madrid 1977, pp. 140ss.). Aceptarse a sí mismo Esto no quiere decir “dejarse llevar” sino trabajar en la realidad y si es preciso luchar por ella, para transformarla, para mejorarla en lo que dependa de nosotros, aunque sólo sea “un granito de arena”. En el animal sólo hay un acuerdo consigo mismo, no existe la dinámica propia del espíritu humano, que consiste en una tensión entre ser y deseo: entre lo que somos y lo que queremos ser. Tensión que es buena, siempre que nos mantenga en la realidad y no nos haga refugiarnos en fantasías. |